Homenaje a Miriam y Jesús
Cope Alto Aragón (Cope Barbastro) 106.9 FM
Buenos
días:
Desde hace
varias semanas estamos padeciendo las consecuencias de la terrible pandemia del
coronavirus. Ello ha provocado que las personas saquemos lo mejor de nosotras
mismas, pero también lo peor. El análisis de hoy lo quiero dedicar a Miriam y
Jesús. No crean que los conozco, de hecho, sé de ellos tanto como puedan saber
ustedes.
Y es que el
pasado lunes, mientras hacía un repaso a la prensa, me topé con una de esas
noticias con la que nunca querrías encontrarte. De hecho, se trata de una nueva
que informa de una acción totalmente despreciable, execrable e insolidaria.
Miriam es
una cajera de un supermercado de Cartagena y, Jesús, un médico que trabaja en
el Hospital General La Mancha Centro, en Ciudad Real. Son dos personas que no
se conocen entre sí y, por lo tanto, a
priori, no observamos qué relación pueden tener para que quiera dedicarles
esta columna matutina. Si nos paramos a pensarlo, sí que llegaremos a la
conclusión de que tanto Miriam como Jesús se están exponiendo día a día, como
todo el personal sanitario y de supermercado, para que nosotros podamos comer y
ser atendidos en los hospitales. Por ello, el homenaje debería ser para todo el
colectivo que trabaja en la Sanidad, en el sector alimenticio, los
transportistas, los trabajadores de Correos, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad
del Estado, los militares, los conductores del Transporte público, personal de
limpieza, farmacéuticos y otros tantos. Y así es, pero hoy quiero
personalizarlo en Miriam y Jesús. ¿El motivo? Pues porque han sido acosados de
un modo deleznable y ruin por alguno de sus vecinos. Y, ¿por qué? Por el simple
hecho de trabajar en un supermercado y en un hospital, respectivamente.
Déjenme que
les lea (escriba, literalmente, sin quitar ni añadir ni vocablos, ni signos de
puntuación ni tildes) el anónimo que el hijo de Miriam, de 10 años, encontró
bajo la puerta de su piso: “Somos tus vecinos y queremos pedirte por el bien de
todos que te busques otra vivienda mientras dura esto ya que hemos visto que
trabajas en un supermercado y aquí vivimos muchas personas. No queremos mas
riesgos. Gracias”.
Ahora haré
lo propio con el mensaje, también anónimo, que Jesús encontró enganchado en su
puerta: “Hola vecino Sabemos de tu
buena labor en el hospital y se agradece pero debes pensar tambien en tus
vecinos Aquí hay niños y ancianos Hay lugares como el Barataria donde están
alojando a profesionales Mientras esto
dure te pido que lo pienses”.
¿Se puede
ser más miserable? Seguramente las personas que dejaron estos mensajes son las
mismas que luego cada día a las ocho de la tarde salen a sus ventanas y
balcones a aplaudir. Seguro que son las mismas que salen a comprar comida en
diferentes establecimientos que están abiertos porque personas como Miriam
siguen al pie del cañón a pesar de los riesgos que eso conlleva. Seguro que son
las mismas que cuando se encuentran mal acuden o llaman a los centros médicos
donde profesionales como Jesús les atienden de manera extraordinaria sin
preocuparse de la exposición a que ellos se someten. Quiero pensar que se trató
solo de dos vecinos y que, a día de hoy, ya han reflexionado lo suficiente para
darse cuenta de su mala acción. Y es que, sigo pensando que en el mundo las
personas buenas son más que las malas.
Pero no
piensen que los afectados se dejaron amilanar por esos anónimos, sino todo lo
contrario. Tanto Miriam como Jesús afrontaron la situación de un modo ejemplar
y valiente y, gracias a ello, la prensa se ha hecho eco de estos dos tristes
sucesos y, además, han recibido el apoyo, la solidaridad y las muestras de
cariño de numerosísimas personas.
Desde mi
rincón de confinamiento, ¡Feliz semana!