lunes, 27 de septiembre de 2010

Por Héctor Castro Ariño: La educación es cosa de todos… pero debe de comenzar en casa


Estamos viviendo una época en que parece que muchos (no digo todos) adolescentes e, incluso, muchos jóvenes no actúan con libertad sino con libertinaje. Cada día oímos hablar de más casos de acoso escolar, de concursos de botellón, de la impotencia que muestran algunos educadores y/o profesores que no pueden educar ni enseñar en unas condiciones óptimas por la actitud de los alumnos, etc.
La escuela representa, en la actualidad, un pilar base en la educación de los niños. Pero no podemos responsabilizarla de todo el proceso formativo de los hijos. El colegio no puede ni debe llegar a los aspectos fundamentales de la educación de un niño. Esta no es su función. Los aspectos más básicos en la formación de una persona residen, sin ningún género de dudas, en su familia y, sobre todo, en sus padres. Es en casa donde las personas hemos de recibir la principal educación. Y son los padres los que han de dárnosla.
Hoy en día todos trabajamos, todos vamos con prisas. Sabemos que es necesario trabajar y que, a veces, llegamos cansados a casa y solo tenemos ganas de reposar un rato.
Pero, ¿y los hijos? Están muy bien las actividades extraescolares, los abuelos, que tanta ayuda nos proporcionan, y la tele, aunque a menudo hacemos un mal uso al dejar que sea este aparato el que bajo el control del niño o, a la inversa, entretenga a esta personita que, recordémoslo, aún se está formando.
Pero, ¿y los padres? Después de descansar un rato, o al menos de intentarlo, los padres deben estar por sus hijos. Pero no solamente después, también antes y durante el descanso. Se debe de encontrar una fórmula que lo permita. Los abuelos ya juegan un papel en el proceso formativo del niño. El colegio también participa de una manera muy importante. Pero los progenitores tienen que ser el verdadero referente para los hijos. Cuando son pequeños hemos de perder (mejor dicho, ganar) tiempo para jugar con ellos. Hay que enseñarles lo que está bien y lo que no, lo que pueden hacer y lo que no, hasta dónde pueden llegar y hasta dónde no pueden llegar. En una época tan materialista y consumista como la que nos ha tocado vivir, hemos de saber decir no en el momento adecuado. No criemos hijos consentidos a los cuales se les ha dicho que sí a todo y que con el primer no, les coge un trauma. Pensemos que si queremos que nuestros hijos se conviertan en personas libres, sí, libres, hemos de conseguir educarlos en la libertad y, para eso, es necesario decir no en algunas ocasiones, si no les estaremos haciendo un mal favor. Eduquémosles en los valores. Hagámoslos personas con mayúsculas. Enseñémosles a compartir, a jugar con los otros niños, a ser respetuosos, sobre todo con las personas mayores y con los más débiles, en una palabra, eduquémoslos para que el día de mañana sean personas, permitidme de nuevo, con mayúsculas. Cuando ya empiezan la escuela hemos de estar a su lado, ayudándolos en las dificultades que puedan tener. No es suficiente con ponerles un profesor particular en caso de que lo necesiten, hemos de participar también nosotros (con los deberes, con los incidentes que puedan haber en el colegio, colaborando con los maestros…). Hemos de entender que, por norma, los profesores son nuestros aliados y en ningún caso nuestros enemigos. Una de las peores cosas que podemos hacer es desautorizar al profesor delante del niño.
Dicen que los niños son como una esponja, que absorben todo lo que les rodea, y es verdad. Por eso en casa tenemos que dar ejemplo. Muchas veces, y os lo puedo asegurar, después de una entrevista con los padres de un alumno he salido pensando que el comportamiento de ese determinado adolescente, sea chico o chica, es un fiel reflejo de lo que vive en casa, tanto para lo positivo como para lo negativo. Seamos unos verdaderos referentes para nuestros hijos, vale la pena.