Buenos días:
El pasado lunes creí, en primera instancia, que el actual secretario
general del Comité Central del Partido Comunista de China, presidente de la
Comisión Militar Central y presidente de la República Popular China, Xi
Jinping, estaba de visita oficial en España. Tuve que prestar más atención para
percatarme de que, en realidad, se trataba de una comparecencia pública de la
presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y del presidente del
Gobierno de España, Pedro Sánchez, tras haber mantenido una reunión en la sede
del Gobierno regional madrileño.
Aquellos que tienen buena vista y que se aventuraron a contar las
banderas que decoraban la parte posterior del escenario donde Ayuso y Sánchez
comparecieron aseguran que había un total de 24, mitad de la Comunidad
madrileña y mitad de la enseña nacional. Ciertamente, no solo me parece una
escenografía que excede en lo rococó, sino que me parece lamentable que, en la
época de pandemia en que vivimos y en la que la salud y la economía de los
españoles se ven tan gravemente amenazadas, cuando no golpeadas, se destinen
tantos recursos económicos y humanos para decorar y vestir la tarima donde
nuestros dirigentes políticos lo que debieran haber hecho es ofrecernos los
importantes acuerdos alcanzados para luchar contra el coronavirus. Acuerdos
que, por otro lado, quedaron en la bruma de lo genérico.
Les aseguro que yo no he visto tantas banderas en las instantáneas de
los congresos del Partido Comunista de China y, ni siquiera, en las cumbres
entre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con su homólogo chino,
Xi Jinping, ni con el llamado líder supremo de la República Popular Democrática
de Corea, Kim Jong-un.
Para rematar la faena solo me faltó ver los saludos que intercambiaron
los dirigentes españoles al más puro estilo asiático. Si ya fue ridículo el
saludo de Díaz Ayuso, el que protagonizó Sánchez, con mano incluida en el
pecho, fue patético. Siendo indulgente, solo calificaré de “hortera” el
conjunto de la comparecencia pública de ambos dirigentes.
Por cierto, volviendo al tema de las banderitas, ¿de verdad era
necesario plantar dos docenas de emblemas? ¿Se trataba de una reunión de
trabajo de la llamada cogobernanza o
era un acto protocolario de una cumbre internacional? Y, a propósito, ¿qué
estaríamos diciendo ahora si el presidente del Gobierno en lugar de visitar a
la presidenta de la Comunidad de Madrid en la Real Casa de Correos hubiera
acudido a una reunión con Quim Torra en el Palau
de la Generalitat?
Desde la capital del Somontano, ¡Feliz semana!