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Puyol -Monesma- (Ribagorza, Huesca). |
Queridos lectores:
El
post de hoy es el resultado de un recorrido por el Prepirineo de Huesca que me llevó hasta un lugar entrañable: Puyol. La entrada que podréis leer a continuación es la mezcolanza de una crónica de viajes y de una entrevista realizada a los verdaderos protagonistas de esta historia: Raúl Tousa, Elisa Piqué y Manuel Morancho, los penúltimos habitantes de Puyol.
Viernes, 11 de julio de 2014. Mi amigo Ramón y yo iniciamos una ruta por la comarca oscense de la Ribagorza, concretamente por su lado sureste. Ramón es un montisonense entusiasta de la montaña y una persona a la que le gusta aprender constantemente. En mi caso, la aventura y el deseo de interrelacionarme con las gentes de los distintos lugares son características intrínsecas a mi persona. Si a todo ello le sumamos el hecho de que a ambos nos apasiona explorar y caminar por los pueblos más pequeños y por las aldeas y pedanías más minúsculas del orbe, obtenemos la mezcla perfecta para embarcarnos en una excursión prefijada pero sin rumbo fijo. Ramón conoce los lugares más recónditos de la geografía española. Yo, de momento, me conformo con recorrer palmo a palmo el territorio aragonés.
Fijamos el punto de encuentro en la capital histórica y cultural de La Litera, Tamarite de Litera (Tamarit de Llitera). Desde allí, con un mapa de Prames y una cámara fotográfica iniciamos nuestra ruta hacia Luzás (Llusás). Esta pequeña localidad ribagorzana era la que debía marcar el sentido de nuestro recorrido. A pesar de ello, antes de llegar a esta villa medieval nos detenemos en Tolva (Tolba), otro pequeño municipio que no llega a los 150 habitantes. Después de callejear, hablar con los paisanos y admirar su arquitectura retomamos el camino hacia Luzás. No tardamos en demasía en llegar, más bien tardamos bien poco por la carretera HU-V-9321 que une ambos pueblos. Una vez en Luzás, repetimos el mismo ejercicio anterior: paseo, charla con los vecinos y captura de imágenes. Esta vez nos detuvimos más tiempo. Continuamos dirección norte por la carretera HU-V-9321 hasta llegar al desvío de Almunia de San Lorenzo (Almunia de San Lloréns) y San Lorenzo (San Lloréns). Nueva parada. En esta ocasión solo caminamos entre sus casas capturando alguna imagen curiosa con la cámara, pero sin poder hablar con nadie, ya que ambos diseminados están deshabitados. En Almunia de San Lorenzo nos llamó la atención el gran número de herraduras que decoraban paredes, maderos... La herradura es un ornamento con función mágico-espiritual en muchos lugares del Prepirineo y del Pirineo, pero nunca había visto tantas en un solo pueblo. A escasa distancia de Almunia llegamos a San Lorenzo, pueblito algo mayor aunque también deshabitado. Desde esta última aldea teníamos que dirigirnos a nuestro destino final. Con el mapa de Prames en mano íbamos identificando los caminos aunque, a decir verdad, las indicaciones de una persona que llegó hasta San Lorenzo fueron decisivas para escoger el sendero correcto. Eran tantas las ganas de conocer Puyol que los sabios consejos de quien conoce la zona no fueron tenidos suficientemente en cuenta por dos aventureros que deseaban explorar el entorno y concluir la expedición según la hoja de ruta. El paisano con el que coincidimos en San Lorenzo nos avisó de la dificultad de seguir por la senda que iba hasta Puyol y nos advirtió de que no íbamos en el vehículo adecuado para tal recorrido. Viajábamos en un todocamino, que no un todoterreno, y nuestro espíritu
indianajonesco nos llevó a continuar el trayecto. Craso error. Más tarde pagaríamos las consecuencias, sobre todo el vehículo. Me ahorraré, ahora, los detalles de nuestra marcha por no ya la vereda o camino angosto o
de cabras, más bien por un vericueto prácticamente intransitable para nuestro medio de locomoción. Durante la mitad del trayecto, mientras uno retiraba piedras e incluso rocas, el otro hacía avanzar lentamente el coche. No recuerdo cuánto tardamos en llegar a nuestro destino ni el momento en el que llegamos a plantearnos la retirada; solo sé que la tozudez aragonesa y el espíritu de aventura hicieron mella en nuestra voluntad de seguir adelante. El vehículo fue quien sufrió de verdad las consecuencias de todo ello. Pero antes de que pudiéramos arrepentirnos... vislumbramos los restos del castillo y de la ermita de Monesma y Cajigar que dominan, desde lo alto, la aldea de Puyol.
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Restos del Castillo de Monesma y Cajigar.
Ermita de Santa Valdesca (Monesma y Cajigar).
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En lo alto de un pequeño cerro pero, a una altura de más de 1.200 metros, se alza la ermita de Santa Valdesca, una capilla de reciente creación (1854) en lo que antaño había sido la iglesia del Castillo de Monesma.
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Vista desde un ventanuco. |
Desde lo alto del tozal se domina una inmensa amplitud, algo muy importante durante el Medioevo. A los pies de la colina se encuentra Puyol. Y hete aquí que, para nuestra sorpresa, nos encontramos a los penúltimos de Puyol, tres habitantes a los que, desde estas líneas, van nuestro agradecimiento y admiración. Se trata del matrimonio formado por Elisa Piqué (EP) y Manuel Morancho (MM), y su nieto Raúl Tousa Morancho (RT), de Casa Sarroca. A continuación, quiero compartir con todos la amigable charla que mantuvimos con ellos.
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Raúl, Manuel y Elisa. Casa Sarroca (Puyol). |
Raúl Tousa Morancho>RT. 20 años.
Elisa Piqué>
EP. 73 años.
Manuel Morancho Sesé>
MM. 82 años.
(Iniciamos la conversación Raúl Tousa, Elisa Piqué y Héctor Castro).
HC- El nombre del pueblo, ¿cuál es?
EP-RT- Monesma.
EP- Esto es Monesma, lo que pasa que esto son grupos
RT- Son todo aldeas.
HC- Y la aldea, ¿cómo se llama?
EP-RT- Puyol.
HC- Ustedes, ¿han nacido aquí los dos?
RT- Ninguno de los dos.
EP- Ni el uno ni el otro
HC- ¿Dónde nacieron?
EP- Yo, en Monfalcó.
HC- He estado allí.
EP- Solo queda una casa en pie, está restaurada y es un albergue.
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Albergue de Monfalcó.
Fotografía tomada el 22-1-2012. |
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Monfalcó.
Fotografía tomada el 22-1-2012. |
RT- El único que ha nacido en esta casa y que vive aquí es mi abuelo. Yo nací en Tolva. Mi madre es de aquí, de Puyol, y mi padre es de Tolva. Mi abuelo paterno es de Fet.
EP- Cuando me casé vine aquí.
HC- Raúl, ¿tú habías vivido aquí antes?
RT- Yo venía de vacaciones.
HC- Y, ¿cuánto hace que vives aquí?
RT- Ahora va a hacer dos años.
HC- Y ¿cómo te decidiste a venir a vivir aquí?
RT- Me gusta vivir aquí. Trabajo en el campo y las ovejas.
HC- ¿Cuántas ovejas tenéis?
RT- 300.
EP- Son corderos de carne.
(Se incorpora Manuel Morancho a la conversación)
HC- ¿Usted es de aquí?
MM- Sí, soy de aquí y siempre he vivido aquí.
HC- ¿Qué destacarían de vivir aquí?
EP- Se está tranquilo. Lo que pasa es que tenemos lejos los médicos. Tienes lejos muchas cosas.
HC- ¿Dónde van a los médicos?
EP- A Cajigar. Y si no a Graus.
MM- Y el hospital a Barbastro.
HC- De aquí a Barbastro, ¿cuánto tardan?
EP- Hora y pico, hora y media.
HC- Y ¿a Cajigar?
EP- Allí un cuarto de hora.
HC- ¿Y si vamos a Graus?
MM- Pues... 50 minutos.
HC- Y tú, Raúl, ¿qué destacarías de aquí? Un chico joven como tú, ¿qué destacaría de este lugar para decidirse a venir a vivir aquí? Hecho que yo admiro y que me gusta, el venir a vivir al pueblo de los abuelos.
RT- La tranquilidad. Después, también el hecho de que no están los veraneantes que se creen los amos. En verano, hay sitios a los que vienen cuatro veraneantes y se creen que son los dueños del pueblo, y tú has que vivir por ellos. No.
HC- Y el fin de semana, ¿vas de fiesta o no?
RT- Alguno que otro. Con amigos de Tolva, de Benabarre, de Graus...
EP- La gente joven, pues se conocen.
HC- Y, aquí en verano, ¿no viene nadie más?
EP- Los primeros años sí que venía gente, ahora poca... el uno que se ha hecho mayor, el otro que no puede, el otro que tiene otra cosa y... no vienen.
MM- Cuando eran más jóvenes, los vecinos, aquí venían a pasar el verano. Pero ahora se hacen viejos y ya no les va tan bien de venir.
HC- Y a ti, Raúl, en el futuro, ¿te gustaría vivir aquí?
RT- Si ya me he quedado aquí.
HC- Pero, ¿ya te quedarás?
RT- Ya.
(Risas de Manuel Mornacho).
RT- Ya, para siempre.
EP- Los abuelos contentos.
HC- Y tus padres, ¿qué dicen?
RT- Nada, ¿qué van a decir? ¿Qué van a decir?
HC- ¿Ellos suben aquí?
RT- Algún día también.
HC- Cuéntame. Aquí tenéis luz con paneles solares, ¿cómo funciona?
RT- Son unas placas que recogen los rayos solares y tienen unos transformadores detrás. Transforman la energía y llega donde tenemos las baterías en grupos y allí, a través de otro transformador, transforma la corriente a 220. Entonces, se guarda en batería, y de la batería la va mandando para casa. Y cuando llega a faltar la electricidad en casa, que baja un nivel, automáticamente se enciende un grupo para que no se note la bajada.
HC- Y ¿tenéis las 24 horas del día luz, y podéis enchufar todo?
RT- Sí. Si te pasas, pues se enciende el grupo
HC- Y televsión, ¿podéis ver cualquier cadena?
RT- No, cualquiera no.
EP- Todos, todos no se ven.
RT- Normalmente se ven las de TVE; la aragonesa; Telecinco, que se pilla de rebote y, después, sobre todo las catalanas.
HC- ¿Tenéis agua corriente?
RT-EP- Sí
EP- De depósito.
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Raúl y Elisa. En el fondo, el depósito de agua.
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HC- Y, ¿se duchan con agua caliente, o no?
EP- Si la calentamos, sí.
HC- ¿Cómo la han de calentar?
RT- Con una olla.
HC- Como en la casa de mis abuelos cuando yo era pequeño.
EP- La calentamos porque sale
fresqueta, el agua.
HC- Aquí, entre ustedes, ¿cuál es la lengua que hablan?
EP- Chapurreat.
MM- No es catalán ni castellano.
HC- Ustedes, ¿han salido de la comarca, de la provincia o de Aragón? ¿Cuál es el lugar más lejos al que han ido?
MM- Sí, a Madrid, a Barcelona...
HC- Y cuando van a una ciudad tan grande comparado con Puyol, ¿qué piensan?
(Risas de Manuel Mornacho).
RT- Agobio 100 por 100.
EP- Lo que pasa es que cuando vamos ya vamos con autobuses, ya vas en cuadrillas, y vas con otra gente.
HC- Y al extranjero, ¿han salido?
MM- Hemos ido a Francia. Hemos hecho dos viajes a Francia.
HC- Había escuela en Puyol?
EP- No, en Puyol, no. Abajo, en Monesma.
HC- Y ya para acabar, que no os quiero entretener más ¿Cómo es un día a día aquí? Por ejemplo, Raúl,
RT- No miro el reloj. A las siete y algo. Me levanto, desayuno y me voy al corral y le doy de comer a los corderos y a las cuatro
crabetas. Trabajo en el campo y también saco las ovejas a pastar.
HC- Ustedes, ahora, ¿también trabajan?
EP- Hombre, ahora tenemos que ayudarle.
HC- Bueno, pues encantado de haberles conocido, ha sido un auténtico placer charlar con ustedes.
La verdad es que fue una conversación deliciosa, unos momentos compartidos con personas auténticas en toda su esencia. Como anteriormente he comentado, el coche sufrió algún percance, el cual ahora pasaré a describir.
Tras bajar del Castillo de Monesma, descubrí que el todocamino tenía la rueda delantera derecha pinchada, estaba totalmente aplastada. Mi amigo Ramón condujo el vehículo hasta un pequeño llano que aprecié unos metros más abajo. Ahí fue el inicio de una pequeña odisea. Tuvimos problemas con el gato, por lo que tuvimos que recurrir a nuestros amigos de Puyol. Raúl, un chico de apenas 20 años, hizo uso de un potente gato que tenía en su vehículo. Una vez cambiada la rueda, observamos cómo el nuevo neumático no estaba lo suficientemente hinchado como para aguantar el viaje de vuelta. ¿Qué podíamos hacer en medio del campo? ¿Cómo solucionar este nuevo contratiempo? Raúl, que se convirtió en nuestro ángel de la guarda, nos echaría de nuevo una mano tras la entrevista relatada unos párrafos más arriba ya que, una vez concluida la misma, hinchó la rueda del todocamino con un compresor que conectó a su tractor. Increíble. Este chico tenía soluciones para todo; él sí que es un auténtico
hombre-bricomanía que nada tiene que envidiar a aquellos que aparecen en la pequeña pantalla.
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Ahora sí que podíamos iniciar el regreso a casa aunque, en esta ocasión y, siguiendo las indicaciones de nuestros nuevos amigos, lo hicimos siguiendo una pista hasta Noguero y, allí, cogeríamos la A-2613 que nos llevaría hasta la altura de Castigaleu donde empalmaríamos con la HU-V-9321. Esta última vía y, en dirección sur, nos conduciría hasta enlazar en Tolva con la SG-22229-02 cuyo recorrido, también en sentido sur, nos permitiría más adelante conectar con la N-230, la cual nos llevaría hasta las puertas de La Litera. Durante el trayecto el coche mostró sus heridas de guerra. Faltaba potencia, velocidad, ruidos extraños... aunque lo peor estaba por venir. Una vez en la localidad de origen, el vehículo se paró, literalmente, cual caballo exhausto después de una jornada de galope sin tregua. No me quejé en exceso ya que, analizando la situación y las circunstancias, el todocamino aguantó hasta encontrarnos en casa, en lugar seguro, igual que los fieles y leales equinos hacen con sus jinetes en las clásicas películas del Oeste.
Llegados a este punto, solo queda echar el cierre a este episodio y os emplazo, queridos lectores, a reencontrarnos en el próximo artículo así como converger en una futura crónica de algún otro viaje apasionante como el descrito en las presentes líneas.
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