¿Dónde obtuvieron el saber?
La sabiduría de la
Orden del Temple se basaba en un permanente aprendizaje. Tener los oídos bien
abiertos y la boca cerrada, como expresan algunas estatuas y caras medievales
esculpidas: con orejas prominentes y sin boca o, tapada con las manos, y los
ojos bien abiertos. “Ver, oír y callar”. Los demás eran, como representan
también esculturas medievales, monos con las orejas y los ojos cerrados. No
entendían ni sabían, ni oían ni querían hacerlo. El peligro era que dijeran
cosas falsas o despropósitos incoherentes. Un gran peligro. Por eso el
secretismo de las Órdenes Iniciáticas y Escuelas Esotéricas. Ciertos secretos,
si cayeran en manos de estos personajes, sería como dejar jugar con una pistola
cargada a un niño de corta edad.
Aprendían de los
maestros fundadores, todos iniciados en escuda u órdenes iniciáticas y
esotéricas. Después la sabiduría era transmitida por los caballeros iniciados
“de boca a oreja”, después de pasar las mencionadas pruebas de iniciación.
Aprendieron también de
los “Amasadores” (hoy conocidos como Masones). Pero principalmente del Maestro
Constructor.
Los constructores (de
todo tipo, incluidos los carpinteros y herreros), guardaban un hermético
silencio sobre los secretos de sus profesiones. Cuentan que algunos aprendieron
a base de observar y oír.
Saber y conocer. Los
templarios adquirían el “saber”, como hemos visto, en diversas fuentes. “El
saber da poder y el poder da riquezas”. Pero más importante, tal vez, sea “el
conocer”. Conocer a fondo el hoy en todos los aspectos y entresijos. “El
mañana” es consecuencia del hoy. Conocer a fondo a sus amigos y enemigos para
determinar la estructura de la estrategia a llevar a cabo. Su red de espionaje
hacía una tarea fácil.
Los constructores se
constituyeron en gremios (de ahí nacieron siglos después los sindicatos: de la
madera, de la construcción, del metal, etc).
Pronto tuvieron sus
propios estatutos.
Los más conocidos son
los de Bolonia de 1248. Con 61 artículos
reglamentan los deberes y derechos de cada gremio y de cada categoría laboral.
El silencio era determinado especialmente.
En cantería (canteros)
las marcas o firmas de sus componentes tenían una base o raíz que las hacía
reconocibles en cuanto al grupo que pertenecían. Ninguna marca era igual a
otra. Siempre había un trazo que las diferenciaba. Ni las de los hijos de
canteros eran exactamente iguales a las de sus padres. Es capítulo para
desarrollar aparte.
Creo conveniente
incluir la siguiente anécdota: